A petición de este blog, esto es lo que nos manifiesta Enrique sobre su confinamiento y a continuación, su artículo publicado en La Tibuna de Toledo:
El confinamiento en casa da mucho de sí. Hay tiempo para el
teletrabajo, para la lectura, para cumplir los compromisos semanales en la
prensa local, escribir un poco más de lo habitual para proyectos futuros y
también para el ejercicio físico. Todos los días estiramientos, bicicleta
estática y, si no llueve, trotar un poco por la terraza. “Sacamantecas” ha sido
mi columna del domingo pasado en La Tribuna de Toledo. Cuidaros, que pronto
volvemos a vernos de corto. ¡Qué ganas de salir ya!, pero ahora toda quedarse
en casa, por nosotros y por quienes están dando el callo en primera línea.
SACAMANTECAS
Hay ocasiones en que menos es más. Ésta es una de ellas. Se nos ha pedido que
hagamos menos para que a quienes cuidan de nosotros les cunda más. Y lo estamos
cumpliendo. Una de estas mañanas lluviosas, recordaba que en cierta ocasión,
siendo niño, se nos advirtió al salir del colegio que marchásemos sin
entretenernos a nuestras casas porque se decía que por las cercanías del pueblo
rondaba “El Lute”. Lo hicimos atemorizados. Confinado, ahora, vuelvo a sentir
aquella cálida seguridad arrebujado entre las mantas, deseando que pasase la
tenebrosa noche y, al despertar, oír que ya habíase disipado el peligro.
Cuando aquello ocurrió -la primera fuga de Eleuterio Sánchez fue en 1966 y duró
pocos días- en casa no teníamos televisión. Sabíamos del huido por la radio.
Era un enemigo sin rostro. Un hombre del saco más de aquellos que poblaban los
temores infantiles. Hoy, tanto tiempo después, encapsulados en nuestros hogares
volvemos a sentirnos resguardados ante esta invisible amenaza vírica que nos
intimida y mantiene confinados.
Vivo el aislamiento con disciplina, tranquilidad, inquietud por saber cómo
conjugaremos mañana nuestra vulnerabilidad con el COVID-19, permanente
sentimiento de admiración por quienes ahí fuera están peleando duro para que
este pulso sea doblado con bien y, también, perplejidad ante la infame
proliferación de falsedades, bulos o medias verdades que alimentan la verborrea
de esa ardorosa legión de capitanes “a posteriori” que no tienen empacho en
decir que esto se veía venir, que a ellos no les habría pillado el toro o que
sabrían capear mucho mejor este macabro temporal. No ha de extrañarnos de estos
sacamantecas que en vez de valorar el “escudo social” que está poniéndose en
pie, para que la crisis del día después sea menos lesiva con los de siempre,
alcen sus voces diciendo que ha llegado la hora de dejar paso a un gobierno de
salvación patria que se haga cargo de la nación, obviando la voluntad popular
expresada en las urnas y cuantos preceptos constitucionales desarrollan nuestra
soberanía. Tiempo vendrá para dilucidar responsabilidades y la autocrítica,
pero ahora lo prioritario es controlar la pandemia e intentar conseguir cuanto
antes que sus terribles balances diarios no sean motivo de tanto dolor, sino de
dicha por haber doblegado al coronavirus en este jodido envite.
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