“Ni quería oír hablar
del 3.000 obstáculos porque no había pasado una valla en mi vida, pero al final
me decidí a probar”
A escasos días para los Juegos de Tokio, Irene Sánchez-Escribano sintió un crujido en su pie izquierdo. Las pruebas confirmaron lo peor: rotura del segundo metatarsiano. Un durísimo golpe. Tras derramar muchas lágrimas, la atleta superó su obstáculo más difícil y volvió a la competición consiguiendo su mejor marca personal. Este verano buscará, con paso firme, la mínima que le abra las puertas de París.
“Una tarde, mientras entrenaba, noté como si pisara una rama, me crujió el pie. Al día siguiente me hicieron una radiografía y me confirmaron que estaba roto”. Así rememora Irene Sánchez-Escribano (Toledo, 1992) uno de los instantes más duros de su vida, la lesión que le impidió competir en los Juegos de Tokio. La atleta se quebró porque los deportistas, aunque parezcan indestructibles, también son vulnerables. Para superar ese revés, contó con el apoyo de la psicología, un aspecto que empezó a trabajar en 2018 y que, reconoce, le ha ayudado mucho. Olvidada la lesión regresó a lo grande, consiguiendo su mejor marca personal (9:23:94) en el Mundial celebrado el pasado año en Eugene (Oregón, Estados Unidos). Ahora se encuentra preparando la temporada de verano, la cual afronta con varios objetivos en mente: desde recuperar la corona del 3.000 obstáculos en el campeonato de España a acudir al Mundial de Budapest y conseguir la mínima olímpica, la marca que le permitirá sacarse la espina en París.