Irene Sánchez-Escribano Figueroa (C.A. Adidas)
[Foto tomada del Marca digital] “Ni quería oír hablar
del 3.000 obstáculos porque no había pasado una valla en mi vida, pero al final
me decidí a probar”
A escasos días para los Juegos de Tokio, Irene Sánchez-Escribano
sintió un crujido en su pie izquierdo. Las pruebas confirmaron lo peor: rotura
del segundo metatarsiano. Un durísimo golpe. Tras derramar muchas lágrimas, la
atleta superó su obstáculo más difícil y volvió a la competición consiguiendo
su mejor marca personal. Este verano buscará, con paso firme, la mínima que le
abra las puertas de París.
“Una
tarde, mientras entrenaba, noté como si pisara una rama, me crujió el pie. Al
día siguiente me hicieron una radiografía y me confirmaron que estaba roto”.
Así rememora Irene Sánchez-Escribano (Toledo,
1992) uno de los instantes más duros de su vida, la lesión
que le impidió competir en los Juegos de Tokio. La atleta se quebró porque los
deportistas, aunque parezcan indestructibles, también son vulnerables. Para
superar ese revés, contó con el apoyo de la psicología, un aspecto que empezó a
trabajar en 2018 y que, reconoce, le ha ayudado mucho. Olvidada
la lesión regresó a lo grande, consiguiendo su mejor marca personal (9:23:94) en
el Mundial celebrado el pasado año en Eugene (Oregón, Estados Unidos). Ahora se
encuentra preparando la temporada de verano, la cual afronta con varios
objetivos en mente: desde recuperar la corona del 3.000 obstáculos en el
campeonato de España a acudir al Mundial de Budapest y conseguir la mínima
olímpica, la marca que le permitirá sacarse la espina en París.
Vayamos al origen. Cuéntame
cómo nace tu pasión por el atletismo.
Mi profesor de Educación Física
era José Luis Carbonell, un enamorado del atletismo. Yo
había probado con el tenis, pero no me entusiasmaba y,
entonces, él me propuso apuntarme a un club de atletismo que estaba montando.
Fue en 2001, con solo nueve años. Comencé a competir y se me daba bien, además
coincidí con un grupo de niñas con el que me llevaba bien —de hecho, mi mejor
amiga ahora es una de ellas— y así me fui enganchando poco a poco.
Tu prueba son los 3.000
obstáculos. ¿Cómo llegaste a ella? Te lo pregunto porque seguramente no fuera
tu primera opción.
Fue en 2014, ya bastante tarde
porque tenía 22 años. Cuando vine a Madrid a estudiar con 18 cambié de
entrenador [Antonio Serrano] y al principio hacía, sobre todo, 1.500, pero me
estanqué y empecé a perder la motivación. En ese momento, Antonio me dijo: ¿por
qué no preparamos el 3.000 obstáculos? Yo ni quería oír
hablar de eso porque no había pasado una valla en mi vida, pero al final le
dije: venga, vamos a probar. El primer año que la preparé fui subcampeona de
España sub-23 y al año siguiente me proclamé campeona de España.
En el atletismo
siempre estáis muy pendientes de las marcas, ¿cómo se vive con la presión del
cronómetro?
Cuando vas a un meeting a buscar
una marca para el campeonato que sea (Europeos, Mundiales o Juegos) corres
contra el crono. Y no es que sienta presión, pero sí que salgo
superconcentrada y con el foco en dar mi mejor versión. Al
final, lo más importante son los entrenamientos; si han sido buenos durante los
meses anteriores, lo lógico es que logres la marca.
Tenemos una imagen idealizada de los deportistas: personas muy
fuertes física y mentalmente, muy seguras de sí mismas. ¿Es así realmente?
Sí,
es la imagen que se tiene de los deportistas, pero al final somos personas y
hay de todo. En mi caso, creo que he evolucionado en ese sentido porque cuando
empecé a destacar en categoría absoluta no sabía si era porque había mejorado
mucho o si era porque mis rivales ya no estaban tan fuertes. Dudaba de mí
misma. En 2018 comencé a trabajar la parte psicológica y
eso me sirvió para darme cuenta de que los resultados eran fruto de mi trabajo
diario. Ahora, que llevo más tiempo, confío mucho en mi trabajo y en mis años
de experiencia. Obviamente siempre hay momentos de crisis, pero el trabajo
psicológico me ha ayudado mucho. También te digo que hay gente que me dice que
me lo tengo que creer más [risas].
Una lesión te dejó fuera de
los Juegos de Tokio. Aunque estás acostumbrada a superar obstáculos, ¿fue el
más difícil de tu vida?
Fue muy duro. En 2021 estaba
muy en forma y venía de ser campeona de España, pero una tarde, mientras
entrenaba, noté como si pisara una rama, me crujió el pie. Al día siguiente me
hicieron una radiografía y me confirmaron que estaba roto. Me
dolía bastante y no podía ni plantar el pie, así que
pensé: ¿cómo voy a ir a unos Juegos en diez días? En ese momento lloré mucho,
muchísimo… Me preguntaba: ¿por qué a mí? ¿por qué ahora? Llevaba cinco años
preparándome y tenía el nivel para estar ahí. Con el paso de los días conseguí
serenarme y asumir que las lesiones forman parte del juego.
¿Supongo que tienes muchas ganas de sacarte esa espinita en París?
Sí,
ahora cada vez que me hablan de París toco madera. Tras
curarme de la lesión, desde el primer momento lo hice con la vista puesta en
recuperar el nivel que tenía para volver a competir internacionalmente y, por
supuesto, estar en los Juegos de París. Por suerte, esta vez el ciclo olímpico
son solo tres años.
Hemos hablado de tu peor
momento. Para compensar, dime cuál es tu mejor recuerdo relacionado con el
atletismo.
Mi primer campeonato de España
absoluto en 2015. Fue superemocionante porque ser campeona de España tiene
mucho valor dentro del atletismo. La carrera estaba muy abierta porque el nivel
era parejo y tenía posibilidades, pero no me imaginaba ganando. Fue algo
inesperado y supuso un punto de inflexión porque en esa época estaba haciendo
5º de Medicina y no tenía claro si iba a apostar por el atletismo al 100% o si
iba a centrarme en mi carrera laboral. Gracias a ese resultado me
volqué en el atletismo y tengo la vida que tengo hoy, así
que fue determinante.
El año pasado hiciste tu
mejor marca personal en 3.000 obstáculos. ¿Eso significa que queda Irene para
rato?
Eso es lo que intento cuando
voy a entrenar todos los días, seguir mejorando. Creo que en 2019 di un salto
de calidad bajando de 9:30, pero los años siguientes fueron complicados por la
pandemia y la lesión. Creo que tenía un nivel muy alto,
pero no pude demostrarlo. El año pasado fue complejo
psicológicamente porque tenía miedo a que una lesión me volviera a dejar
parada. Me costó volver a coger confianza y estaba irascible, la gente me lo
decía, pero cuando conseguí clasificarme para el Mundial volví a disfrutar
mucho. Y conseguir esa marca me dio ganas de seguir, se disiparon todos los
fantasmas.
Volviendo al presente, ¿qué objetivos te marcas para lo que queda
de 2023?
Mi
principal objetivo es estar en la final del Mundial de Budapest. Además, allí
es más factible conseguir la marca mínima para los
Juegos de París, así que sería estupendo lograrla. Me
permitiría plantear la próxima temporada de otra forma. También me gustaría
volver a ser campeona de España porque el año pasado no lo conseguí.
Hablemos de talento. ¿Qué
significa para ti?
El talento es una capacidad o
aptitud que tienes y trabajas por mejorar. Requiere de un cuidado, una
atención y un perfeccionamiento para convertirse realmente
en un talento. Detrás del talento hay mucho trabajo.
Y hablando de talento, ¿cómo ves tú, toda una veterana, el
futuro del fondo y el mediofondo femenino español?
Creo
que las chicas que han dado el salto de la sub-23 a la absoluta en los últimos
años han subido el nivel del fondo español y me alegro muchísimo porque en el
pasado me he visto un poco sola en algunas competiciones. ¡Vienen pisando
fuerte! Y eso está bien porque te impiden relajarte. Cristina
Ruiz, Isa Barreiro o Paula Herrero en el fondo, y en el
mediofondo Águeda Marqués en 1.500 o Marta Serrano en 3.000 obstáculos. Y te
podría decir muchas más.
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