Teresa Ribera Rodríguez, ministra para la Transición Ecológica [Imagen tomada de su ministerio] |
Ciertamente, Teresa Ribera agarró la cartera de Transición Ecológica esbozando un discurso diferente al de su predecesora, García Tejerina, una de las mayores calamidades que ha pasado por Nuevos Ministerios. Admitió que Murcia no arrastra un déficit hídrico y dijo concebir los trasvases como algo "extraordinario, no ordinario", teniendo en cuenta el cambio climático y los periodos de sequía que, como el pasado año, obligó a cerrar la tubería 11 meses. Ribera es una reputada profesional en su especialidad, pero habló antes de tiempo. Igual que el propio Sánchez, que en abril pasó en una semana de sugerir en Albacete "el fin de los trasvases" -sin que Page se lo pidiera- a ratificar su posición protrasvasista en Molina de Segura.
Debajo de esta hipocresía subyace el peso electoral de la Comunidad Valenciana y de Murcia frente a comarcas despobladas. El Gobierno, mientras se abre a rebajar las tarifas que pagan los agricultores levantinos por usar el grifo del Tajo, ni activa a pleno rendimiento las desaladoras -algunas de las cuales, tal como reveló EL MUNDO, sirvieron de tapadera para financiar a los socialistas valencianos- ni ejecuta las obras comprometidas para garantizar el suministro en la cabecera. De ahí que cualquier invocación a un pacto nacional resulte puro artificio. No habrá paz del agua mientras el PSOE y el PP perpetúen una infraestructura obsoleta, amortizada y contraria a la sostenibilidad ambiental. Y, dado que resulta una ingenuidad pensar que los gobiernos del turno vayan a cerrar el trasvase, lo que sí está en manos de Ribera es cambiar sus reglas de explotación. Si no lo hace, más que de Transición Ecológica, será recordada como ministra de Traición Ecológica.
Raúl Conde
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