La toledana, undécima en la final olímpica de los 3.000 metros obstáculos, ha dedicado su vida al deporte y ahora tiene resaca de felicidad, después de que «el trabajo de tantos años haya salido justo en el momento y el lugar adecuado»
Es difícil no alegrarse
de los éxitos de la atleta Irene Sánchez-Escribano (Toledo,
1992), que ha dedicado toda su vida al deporte y ahora tiene resaca de
felicidad, recién aterrizada de París, donde ha cumplido el sueño de competir
en unos Juegos Olímpicos y se ha superado, y por mucho, a sí misma: llegaba con
una marca por encima de 9:20 en los 3.000 metros obstáculos, se clasificó para
la final corriendo en 9:17.39 y, ya entre las 15 mejores del mundo, acabó undécima con 9:10.43,
a un segundo escaso del récord de España (9:09.39). La entrevista con ABC se
celebra en la pista de la Escuela de Gimnasia, en cuyo tartán se forjó una
campeona y un ejemplo.
- ¿Cómo está? ¿Muy cansada? ¿Feliz? ¿En una nube?
Estoy muy contenta. En una nube estaba después de la semifinal y
hasta la final, que fueron días que viví con mucha intensidad. Al celebrarse
los Juegos aquí al lado, vinieron mi familia, mis amigos..., y pasar a la final
y compartirlo, con ellos fue muy emocionante. Estoy contenta de que el trabajo
de tantos años haya salido justo en el momento y el lugar adecuado; correr en
9:10 ya es otro nivel.
- Aunque sólo sea por
una cuestión de edad (cumple 32 años el 25 de agosto), y más después de
perderse los de Tokio, parecía que los Juegos de París era un ahora o nunca
para usted.
A ver, las carreras deportivas se están alargando cada vez más. El
calzado y el material de ahora nos permiten recuperar mejor, no nos machacamos
tanto; este año he entrenado de una forma muy diferente, no haciendo tanto
desgaste, sino mucho más aeróbico, trabajando mucho más esa zona en la que estamos
cómodos para que luego, cuando llegue el momento de ir rápido, nos sea más
fácil. Mi idea no es retirarme todavía. Quiero llegar a Los Ángeles 2028. Yo
sentía que los de Tokio eran mis Juegos, no pude ir y estos han superado todas
las expectativas.
- ¿En sus mejores sueños
soñaba con correr en 9:10?
No.
Antes de París, sabía que estaba para hacer 9:15 o así (tenía una mejor marca
de 9:20.04). Y una vez que corrí la semifinal (en 9:17.39), pensé: «Me he
encontrado superbién, creo que puedo rascar un poco más». Como anécdota, antes
de la final se me cayó una pestaña y mi amiga Marta Pérez me dijo: «Pide un
deseo». Y pedí 9:13. Cuando vi cómo pasábamos de rápido el primer kilómetro,
incluso el segundo, me decía a mi misma: «Aguanta lo que puedas». Y hasta los
últimos 400 metros no fui consciente de la posibilidad de batir el récord de
España (9:09.39). Me faltó un segundo, pero no pasa nada.
- Había conseguido la
llamada 'mínima de excelencia' (bajar de 9:27) en el último intento, ya en el
campeonato de España. Imagino que esa no era la idea.
El
último fin de semana de mayo corrí en 9:27.60. Me quedé a seis décimas, y
estaba tranquila. También es verdad que se tienen que dar varias circunstancias
para conseguir una marca porque puedes haber entrenado muy bien y justo ese día
que no te encuentres. Sabía que lo tenía en las piernas y estaba convencida de
que en el Europeo de Roma lo iba a hacer. Y en el Europeo no me encontré mal,
pero no tuve ese último cambio y, además, la mala suerte de que una atleta alemana
se cayó delante de mí en la ría, a falta de 150 metros, cuando vamos más
fritas. El mes de junio fue muy duro. Pensaba: «¿Cómo no voy a ir a los Juegos
si tengo la mínima desde el año pasado y encima ya me perdí los de Tokio?» Fui
a intentarlo a Niza y me fue fatal; tenía mucha tensión y no supe gestionarla.
Así que el campeonato de España era la última oportunidad.
Tuve
que hacer bastante trabajo con Pablo del Río, que es mi psicólogo deportivo. Él
me decía: «Plantéate qué pasa si no vas». Y yo respondía: «Pues, bueno, voy a
seguir con mi vida, mi familia me va a querer igual, pero yo quiero ir, llevo
desde 2016 yendo a todos los campeonatos internacionales y me faltan unos
Juegos». En el campeonato de España hablé con Carolina Robles y Marta Serrano, y
en la línea de salida ya sabía cuál era el plan de carrera. Y salió 9:24. A mis
compañeras, que me ayudaron, les voy a estar eternamente agradecidas. Cuando
conseguí la marca, me relajé y los entrenamientos de julio los disfruté
muchísimo.
- Volviendo a Roma:
quedó décima, mientras que en París fue la cuarta europea y entró en meta a
menos de un segundo de la alemana que en Roma fue medalla de plata. ¿Satisfecha
con el resultado o era más bien preparación para París?
No
habíamos afinado tanto el estado de forma porque quedaban todavía dos meses
para los Juegos. En cuanto al resultado, no acabé contenta. Me quedó la
sensación de haber corrido pensando en hacer la marca mínima para los Juegos,
que no es lo que se tiene que hacer en un campeonato. Quería estar en el top-6.
- ¿Qué opina de los
criterios de selección, de esas llamadas «mínimas de excelencia» por parte de
la federación española?
No
estoy a favor. Cuando se hizo la selección, a finales de junio, todavía quedaba
más de un mes para los Juegos y puedes afinar mucho tu estado de forma en ese
tiempo. Se ha visto tanto en el caso de Águeda Marqués (finalista en los 1.500
metros) como en el mío. Es crearnos una tensión innecesaria porque ya estamos
clasificados y cuanto más numerosa sea la selección, mejor.
- Vamos ya a los Juegos.
Eran tres series y las cinco primeras de cada una de ellas pasaban a la final.
¿Cuál fue su estrategia de carrera?
Es
verdad que también hay que tener ese puntito de suerte porque las otros dos
series fueron más rápidas y tuvieron que correr en 9:10 para pasar a la final.
Yo salí a competir, sabiendo que tenía que moverme entre las seis o siete
primeras para, en el momento en el que se produjera el cambio de ritmo, poder
luchar por esos cinco puestos. Me encontré muy bien, con mucha fuerza y, cuando
a falta de 400 metros, miré para atrás y vi que habíamos abierto hueco, me
dije: «Aguanta». Y en la recta de meta disfruté y ni siquiera apreté en los
últimos 50 metros.
- Las series se
corrieron por la mañana. ¿Cuándo prefiere correr?
El
cuerpo está más activo por la tarde. De hecho, cuando llega esta época del año
intentamos pasar los entrenamientos de intensidad a la tarde porque es cuando
se hacen los mítines y los campeonatos. También hay que saber adaptarse a las
circunstancias.
- El estadio, daba igual
que fuera mañana o tarde, siempre estaba lleno. ¿Ha corrido alguna vez ante
tanta gente?
En
Londres, en Berlín o en Múnich sí que había muchísima gente, pero en París sólo
oía ruido y ruido. Fue espectacular. En la final me quedé mirando las gradas,
alucinando y sabiendo que igual no me vuelve a pasar nunca más.
- ¿Quitarse esa mochila
mental al haber conseguido el objetivo de meterse en la final le hizo ganar
unos segundos más?
Puede
ser. En la semifinal estaba más nerviosa porque era una oportunidad. La final
salí a disfrutarla, no tenía ningún tipo de presión y pasase lo que pasase
estaba contenta.
- Encima en la final
salieron a tope las africanas desde el principio. ¿Esperaba una carrera así?
Sí,
porque ya nadie sale a especular en los campeonatos. Cuando vi el paso por el
primer kilómetro, a 2:58, pensaba: «Si pinchas, las demás igual». Luego, según
iban pasando las vueltas, me fui encontrando con fuerzas, el segundo kilómetro
lo hicimos un poco más despacio y pude volver a cambiar de ritmo en el último.
- ¿Desfiló por el río
Sena?
No,
llegamos a París el día 1 de agosto. La ceremonia de inauguración la vi en
Soria, donde estaba entrenando con mi compañera Marta Pérez, aprovechando que
hace menos calor que en Madrid, y nos lamentábamos: «Qué rabia no poder estar».
La espera se hizo larga, pero una vez allí lo vivimos todo con tanta intensidad
que no parecía que lleváramos tan poco tiempo. Y ahora, mirándolo con
perspectiva, creo que fue lo ideal viajar tres días antes de la competición.
Luego, después de la final, estuve con mi familia dando un paseo por París y me
quedé en la villa viviendo el ambiente olímpico.
- ¿Cómo describiría la
villa olímpica?
Es
como un barrio grande en el que hay un comedor común para todos y en el que te
vas encontrando con gente de otros países y otros deportes constantemente.
Había todo tipo de facilidades: hasta una policlínica en la que podías ir
incluso al oftalmólogo. Nosotras estábamos en apartamentos y el nuestro tenía
cuatro habitaciones dobles. Yo estaba con las chicas del relevo 4x100 y mi
compañera de prueba, Carolina Robles. Vimos a Carlos Alcaraz, que es majísimo;
decía a todo el mundo que sí a una foto y había cola. Eso fue dos días antes de
su final y comentaron que el día antes no salió de su habitación. Lo entiendo.
No soy mucho de ídolos, pero sí que cuando estás allí te hace ilusión ver a
gente que ves en la televisión o a deportistas que tienen un palmarés
espectacular. Lo bonito de los Juegos es poder compartirlos juntos.
- Hubo deportistas, como
el nadador Hugo González, que se fueron de la villa porque no se adaptaban. Y
luego también fueron noticia la supuesta mala calidad de la comida y las camas
de cartón. ¿Cuál era la realidad?
Si estás teniendo problemas para descansar, entiendo que te vayas. Depende de la capacidad de adaptación de cada uno. Yo estuve super a gusto. Es verdad que la estructura de la cama era de cartón, pero había un colchón y dormí muy bien. Era cómoda. En cuanto a la comida, se adaptaba perfectamente la dieta de un deportista y había variedad. Para mí estaba bien.
- Volvamos al pasado, a
los Juegos de Tokio, donde no fue por lesionarse poco antes de montarse en el
avión. Varias preguntas. ¿Se había lesionado mucho antes? ¿Tuvo ganas de ver
los Juegos? ¿Cuánto tiempo tardó en recuperarse psicológicamente?
No
me había lesionado mucho antes, o por lo menos cosas que no son tan
incapacitantes como la rotura de un hueso del pie. Me lesioné el 13 de julio y
se viajaba el 23. Fue traumático. Lo estaba tocando con la punta de los dedos y
no pudo ser. Fue un verano difícil, estaba triste. No era una lesión que
hubiera podido prevenir, y eso me ayudó porque hay cosas que sencillamente no
puedes controlar. Al principio no vi los Juegos, pero cuando empezó el
atletismo estaba mucha gente de la 'Blume', que es donde entreno y a la que
tengo mucho cariño, y sí que me levanté alguna madrugada. Ese verano hice
trabajo de piscina, estuve diez semanas sin poder correr. Y me repetía:
«Siéntete una privilegiada por poder dedicarte a lo que te gusta y valórate
como deportista igual que si hubieras ido a los Juegos».
- Ahora quiere alargar
la temporada.
Estoy
pendiente de que me confirmen si voy a la Diamond League de Roma el día 30. Allí
me gustaría rondar el 9:10. Es difícil. París era el escenario y la motivación
ideal, pero no me está costando entrenar estas semanas porque tampoco tenía
ningunas vacaciones planeadas ni son entrenamientos superexigentes, sino
simplemente mantener el estado de forma.
- Decía Jordan Díaz, el
medallista de oro en triple salto, que quería desaparecer unas cuantas semanas
y no saber nada de atletismo. Entiendo que no es su caso.
No.
A mí me gusta esto, me gusta mi día a día y me cuesta mucho estar en el estado
de forma en el que estoy ahora. Luego, en invierno, preparo pruebas que son más
largas y no estoy tan rápida.
- ¿Cuáles son los
próximos objetivos?
Pues
estaba pensando en subir a distancias más largas, a la ruta, pero después de
los Juegos he cambiado de opinión. Creo que puedo explotar el 3.000 obstáculos.
El año que viene hay Mundial en Tokio y al siguiente Europeo. Al final, lo que
me falta es hacer un Europeo a un nivel más alto, luchando por las medallas o
estar en el top-5.
- El PSOE ha pedido el nombre de un pabellón para Gonzalo Pérez de Vargas. ¿Le gustaría que esta pista de la Escuela de Gimnasia, por ejemplo, llevara el suyo?
Bueno, le acaban de poner el nombre de Fernando Fernández Gaitán, que fue un pionero del atletismo en Toledo y está aquí en la pista todos los días. Se lo merece con creces. No necesito que me hagan ese tipo de reconocimientos. Me gusta lo que hago y lo disfruto. Si hay un reconocimiento, bien; pero tampoco me quita el sueño.
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