El autor admite que siente una "envidia sana" al ver cómo los autoridades francesas se han puesto de acuerdo para rehabilitar el Sena (en el que desde hacía un siglo estaba prohibido el baño) con vistas a su uso en los Juegos y después de los mismos, a diferencia del Tajo, especialmente a su paso por Toledo, imagen pública y diaria de la "espuma del progreso"
«Como todos sabemos, el día 26 de julio se celebró en París la ceremonia de apertura de los XXXIII Juegos Olímpicos de la era moderna. Una cita donde hasta el 11 de agosto más de 10.000 deportistas de 206 países de los cinco continentes competirán en 32 modalidades deportivas tratando de dejar constancia de quiénes son los mejores y acceder al podio. Lo más sublime será cuando algún deportista no solo suba al podio sino que gane el oro y en su honor suba al mástil la bandera y suene el himno nacional de su país.
Por primera vez la ceremonia de inauguración de una olimpiada no
se ha desarrollado en el estadio donde se celebran bastantes pruebas del
calendario olímpico. En esta ocasión ha sido el río Sena testigo y punto de
partida de unos Juegos. Resultó muy colorido y sublime ver decenas y decenas de
embarcaciones de distinto tamaño completadas por deportistas de esas 206
delegaciones surcando las aguas del Sena durante seis kilómetros, la distancia
que separa el puente de Austerliz del de Jena, al pie de la torre Eiffel. La
verdad, muy original y cuidada puesta en escena del largo acto.
Precisamente en el río van a desarrollarse a partir del 30 de
julio las competiciones de triatlón en su parte acuática y la de natación en
aguas abiertas. Esto es lo más llamativo y lo más importante. El Estado francés
ha invertido la no desdeñable cifra de 1.400 millones de euros en limpiar,
canalizar y depurar las aguas.
Un siglo de baño prohibido
Nada menos que desde el año 1923, es decir, desde algo más de un
siglo, el baño en el Sena ha estado prohibido. Sin embargo, con el el gasto
citado y la construcción de un depósito de 50.000 metros cúbicos para albergar
las posibles aguas fecales a fin de que no lleguen al río, se ha podido depurar
las aguas y conseguir una óptima calidad. Al igual que sucediera en el año 1966
en España cuando el ministro Fraga se bañó en Palomares después de producirse
un escape nuclear, en el Sena ya se han bañado recientemente la ministra de
Deportes Amélie Oudéa-Castéra, así como
la alcaldesa de París Anne Hidalgo para
convencer a los parisinos y visitantes de que no hay problema alguno de salud
al sumergirse en esas aguas. Después del chapuzón de la alcaldesa se ha sabido
que, en el momento de producirse la inmersión, el agua aún no era apta para el
baño. El presidente de la nación Emmanuel Macron también
lo prometió, pero que se sepa aún no lo ha cumplido. Lo cierto es que se ha
producido una descontaminación del río que permitirá desarrollar todas las
pruebas citadas en sus aguas y se supone que con toda garantía.
Una de las cosas que pretende conseguirse es que después de la
Olimpiada se habiliten en verano zonas exclusivas para los bañistas y que
puedan nadar y disfrutar bajo esa estampa idílica del río y los monumentos
circundantes.
Envidia sana
Créanme que una de las cosas que me ha producido estos días la
información vertida acerca de los Juegos es una envidia sana. Sí, claro. Usted
quizá está pensando como servidor. Que bañarse en el Tajo se prohibió hace
medio siglo y que, en el país vecino, después del doble de tiempo, un siglo,
han conseguido la descontaminación y pueden bañarse. Como nosotros, vaya, que
no hemos sido capaces ni de aprobar un Plan Hidrológico Nacional o de cualquier
otra medida dirigida a no pasar sed y sí permitir trasvases inadecuados para
beneficio de algunos pueblos en detrimento de otros. Ni en asuntos tan
trascendentales como este son capaces de unirse nuestros insignes dirigentes
políticos.
Nada tiene de extraño que el romanticismo de París se haya
cambiado estos días para convertirse en el centro mundial del deporte y que el
Sena tenga un protagonismo especial.
En nuestro país, más concretamente en nuestra capital regional,
nos hemos conformado con pleitear contra la Administración -qué paradoja-, y
con que el día 19 de cada mes se reúnan junto al puente de la Cava un exiguo
número de ciudadanos para leer un manifiesto, protestar levemente, exhibir una
veintena de pancartas y comprobar que aún estamos vivos.
Lo cierto es que el Tajo, el que estudiábamos de pequeños en el colegio y nos enseñaban que era el río más largo de nuestro país, lleva muchos años desangrándose, hecho un cadáver, luciendo la espuma del progreso social. Y si nos ceñimos a su paso por Toledo, no te quedan ganas ni de arrimarte a la orilla pues no tiene nada atractivo, verlo así conduce a la tristeza y al cabreo continuo, mirando a los distintos gobiernos que vamos teniendo».
Carlos Martín-Fuertes
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