Miguel Ángel Sánchez
[Foto archivo atletismo toledano]
Ya he escrito muchas veces lo que opino sobre el trasvase Tajo-Segura. Y también sobre el trasvase al Guadiana. A partir de ahora habrá dos trasvases dependiendo de la moribunda cabecera del Tajo: el que se lleva el agua a la cuenca del Segura. Y el que se lleva el agua a la cuenca del Guadiana. No son comparables, por cantidad, uso... Pero son dos trasvases. En la cuenca del Guadiana, en la provincia de Toledo, hace muchos años que se bebe agua del Tajo. Tampoco es una novedad. La ley del trasvase es muy clara: hasta 600 hectómetros cúbicos se pueden trasvasar al Segura al año. Y hasta 50 hectómetros cúbicos al año al Guadiana. 650 en total. Las aportaciones medias a la cabecera no superan ya los 750 hectómetros cúbicos, con aportaciones algunos años que rondan los 300-400 hectómetros cúbicos. Las salidas hacia el Tajo, acotadas por arriba en 365 hectómetros cúbicos (aunque salen bastante menos), deberán revisarse al alza. Y si a eso sumamos que la cabecera, Entrepeñas y Buendía, se gestiona en una carrera del 15-30%, con una gestión dictada desde Murcia y Alicante y acatada por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, siempre en la frontera de la situación hidrológica excepcional, o por debajo de la raya no trasvasable de 400 hectómetros cúbicos… analice usted el panorama.
Ya no entro a poner sobre la mesa que son precisos caudales más importantes en el Tajo, o que las propias sentencias del Tribunal Supremo apuntaban a un régimen de caudales de más de 500 hectómetros cúbicos al año. Tampoco entro en que el agua del Tajo se necesita en el Tajo. ¿Para qué? Eso ya se ha olvidado y nos hemos conformado con unos caudales ilegales, ínfimos y ridículos. Mientras, ponemos todos los huevos políticos en la cesta del trasvase del Tajo al Guadiana, en vez de poner orden de una vez por todas en la gestión del agua subterránea y superficial en el propio territorio. Damos por bueno tanto que los ríos del alto Guadiana hayan desaparecido, como el vaciado de unos cuantos miles de hectómetros cúbicos del acuífero de la Mancha Occidental, y que, al estilo del Segura, no sepamos muy bien ni cuántas hectáreas se riegan ni cuánta agua sale del acuífero. ¿Para qué? Y queremos fiar la garantía de abastecimiento a pueblos de un trasvase que no da para más, muchos meses cerrado. Y queremos dar garantías a empresas. ¿Y cuándo no haya agua en Entrepeñas y Buendía y tengamos el acuífero contaminado y sobreexplotado? ¿Qué hacemos? ¿Qué les decimos a los pueblos, a las industrias? ¿Qué qué insolidarios los del Tajo?
Los errores políticos se sufren dos o tres legislaturas después. Los responsables ya están a otras, colocados en algún puesto de la administración o del funcionariado. Qué les importa ya. Eso será el trasvase al Guadiana. una obra que se ejecutó con otras pretensiones urbanísticas un par de décadas atrás, y que ahora se reconduce de esta manera. Mientras, Madrid a lo suyo, a apuntalar el Alberche y el Sorbe, de los que dependen aquí los corredores de la Sagra y el Henares, además de Toledo y Talavera de la Reina. Valencia ya se ha quedado con el Júcar. Y el Segura sabemos de quién es. Todos han hecho sus deberes. ¿Y Castilla-La Mancha?
Sí, el trasvase a La Mancha nos iguala a alicantinos, murcianos y almerienses. Es cierto. Ya estamos todos en precario, dependiendo de un río exprimido, al que permitimos que sigan mangoneando todos. Si en 40 años sólo hemos sabido llegar hasta aquí, apaga y vámonos.
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