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El cambio climático se ha situado durante 2 semanas en el foco mediático y ciudadano, esperanzadora noticia que no debe dar marcha atrás.
Dos días más tarde de lo previsto, tras muchos esfuerzos multilaterales, la Cumbre de Clima ha finalizado en medio de una gran expectación mediática y ciudadana, pero sin lograr cerrar los acuerdos que se había marcado como objetivo.
Sin embargo, es positivo que la necesidad de actuar frente al cambio climático haya abierto todos los informativos durante las dos últimas semanas, lo que sin duda constituye una excelente noticia y sienta las bases para acelerar el cambio de modelo energético que tanto necesitamos.
Desde la Fundación Renovables destacamos el esfuerzo y
compromiso mostrado por el gobierno español, al haber sido capaz de organizar,
en el tiempo récord de un mes, un evento de la magnitud y complejidad como es
la Cumbre del Clima. Particularmente, la ministra Teresa Ribera y su equipo han
peleado de manera muy significativa en la recta final de las negociaciones para
lograr cerrar un acuerdo.
A pesar de que la sociedad civil no tiene dudas con respecto
a la necesidad de actuar con celeridad siguiendo las recomendaciones que nos
hace la ciencia, lo cierto que es la Cumbre del Clima celebrada en Madrid ha
permitido constatar la enorme brecha existente entre la comunidad científica y
los gobernantes de numerosos países, puesto que el nivel de compromiso y
ambición para hacer frente a la emergencia climática deja mucho que desear.
En efecto, desde el punto de vista técnico, la COP25 ha sido
un fracaso sin paliativos al no haber avanzado en ninguno de los puntos clave.
En primer lugar, no se ha culminado el desarrollo del
artículo 6 (sobre la regulación de los mercados de carbono) del Acuerdo de
París, pendiente desde la COP24 de Katowice, y que se posterga ahora hasta la
COP26 en noviembre de 2020 en Glasgow.
A pesar de que en absoluto es la panacea -lo que hay que
hacer es reducir las emisiones globales con la mayor celeridad-, la regulación
de los mercados de carbono es importante: permite que países y empresas con
unos niveles de emisión superiores a los que tienen establecidos puedan pagar a
otro para que reduzca la cantidad de gases equivalente a través de proyectos de
mitigación y adaptación.
Ahora bien, cuando el principal objetivo de una Cumbre del
Clima es acordar mecanismos de comercio de emisiones en lugar de reducciones
reales de las mismas, y ni siquiera se acuerda eso, el balance no puede ser más
negativo.
“Una decepción”, en palabras del propio Secretario General
de Naciones Unidas, António Guterres.
En segundo lugar, tampoco se ha logrado reforzar la ambición
de manera global, pues solo 84 países (de los 195 que suscribieron el Acuerdo
de París) se han comprometido a presentar objetivos más ambiciosos de recorte
de emisiones en 2020.
Entre los grandes ausentes se encuentran China, Estados
Unidos, India y Rusia, que generan el 57% de las emisiones globales. Estos
países permitirían, -si no rectifican su postura actual, continúan con modelos
energéticos obsoletos e ignoran todas las advertencias sociales y científicas-,
que se produzca un incremento de 3,2 grados de la temperatura global a finales
del siglo XXI.
A pesar de ello, la buena noticia es que, entre los países
que sí se han comprometido a presentar objetivos de reducción de emisiones más
ambiciosos durante 2020, se encuentran importantes países europeos como
Francia, Alemania, Reino Unido y España.
Por tanto resulta esperanzadora la apuesta de liderazgo de
la UE y, particularmente, del gobierno español, que esperamos se vea reflejada
en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) que finalmente se
apruebe en los próximos meses, el cual debería -en coherencia con las
declaraciones efectuadas por la ministra Teresa Ribera en los días finales de
la Cumbre- presentar objetivos de reducción de emisiones mucho más ambiciosos.
Ha sido también una oportunidad perdida para parte del
sector energético en su conjunto, que ha dedicado ingentes sumas de dinero a
efectuar greenwashing para su beneficio particular y ha mostrado una falta de
sensibilidad muy clara. Se ha dedicado demasiado dinero a meras actividades
publicitarias y a presentar la apuesta de futuro de las grandes eléctricas.
En lugar de ello, el dinero debería haberse destinado a
desarrollar iniciativas concretas que contribuyan a acelerar y culminar cuanto
antes la transición energética, que necesariamente ha de ser muy rápida y
ambiciosa y no un cambio tranquilo y paulatino, dada la situación de emergencia
climática en la que nos encontramos.
Finalmente, destacamos que el sector energético ha obviado
completamente a la parte fundamental y clave del futuro sistema eléctrico, los
consumidores. Estos no han sido mencionados en ningún momento en toda la
Cumbre, así como tampoco la necesidad de desarrollar unos mejores hábitos de
consumo responsable respecto al uso de la energía. Dicha ausencia evidencia que
el sector energético solo está interesado en el mantenimiento de su cuota de
mercado y en la maximización de sus beneficios.
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