Antonio Záarate Martín [Foto tomada de su Facebook] |
“La villa de Toledo… fuertemente asentada, está rodeada de
buenas murallas y defendida por una ciudadela bien fortificada. Está situada
sobre un cerro y hay pocas villas que se puedan comparar con ella por la
solidez y la altura de los edificios, la belleza de los alrededores y la
fertilidad de sus campos, regados por el gran río, llamado Tajo”. Esa es una de
las descripciones de Toledo que hace Al-Idrisi (1100-1165) y una imagen
reconocible hoy, en 2018, desde La Peraleda, sin lugar a dudas una de las vistas
más hermosas de la ciudad, difícil de encontrar si no es en grabados de finales
del siglo XVI, como los recogidos en “Civitatis orbis terrarum” de Georg Braun
y Frans Hogenberg. Desde La Peraleda, la ciudad emerge sobre el fondo plano del
valle del Tajo, aún más o menos cultivado y con el bosque de ribera en sus
orillas. Indudablemente, se trata de un paisaje cultural según la Convención
del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de la UNESCO de 1992. Pues bien, la
Modificación Puntual número 29 del PGMOU de 1986, sometida actualmente
información pública, provocará la desaparición de ese paisaje y con él la
pérdida de uno de los elementos “identitarios” de la ciudad.
Precisamente uno de los principales objetivos de la
Modificación Puntual número 29 del PGMOU de 1986 es el cambio de uso de suelo
de La Peraleda, calificado como “no urbanizable y en parte protegido” en 1986,
que pasará a “urbanizable de uso residencial” para crear un nuevo barrio de
11.304 habitantes y unas 5.300 viviendas, equivalente en población al de
Buenavista, y cuya justificación no parece real si se tienen en cuenta las
actuales tasas de crecimiento demográfico, la demanda de nueva vivienda, las oportunidades
de construcción en zonas consolidadas o inmediatas a ellas, en algunos casos
con viviendas sin ocupar y suelo residencial disponible o susceptible de
creación. A ello se unen las posibilidades de aprovechamiento de viviendas
vacías que representaban el 10% del total en el Censo de 2011 y la realidad
espacial de una ciudad que forma parte de una aglomeración metropolitana que no
puede seguir siendo ignorada por la administración.
El nuevo barrio de La Peraleda se extenderá desde el puente
de Parapléjicos a la rotonda sur de acceso a las urbanizaciones de San Bernardo
y Montesión, añadiendo complejidad a la estructura urbana actual, mientras se
sigue sin prestar suficiente atención a la función residencial del Centro
Histórico. Por otra parte, las tierras de cultivo, inherentes a los valores
paisajísticos de Toledo, desaparecerán bajo multifamiliares en manzana cerrada
con una altura de 5 pisos, en un proceso inverso a las tendencias de
renaturalización, de creación de tramas verdes y azules que se observan en
todas las ciudades. Nada que ver por lo tanto con las recomendaciones
internacionales para reducir la huella ecológica de las ciudades desde la
Conferencia de Río de 1992, a la Carta urbana de Aalbor de 1994 y la
Conferencia Hábitat III de Quito, de 2016.
La urbanización de La Peraleda supondrá una amenaza para
Toledo como “Ciudad Patrimonio de la Humanidad”, puesto que los valores
paisajísticos forman parte de los criterios de ICOMOS para recomendar esta
denominación y por los que fue inscrita por la UNESCO en la lista del
Patrimonio Mundial de la Humanidad el 26 de noviembre de 1986. La Peraleda está
en la “Zona de Amortiguamiento” (ES-379-item371) del mapa de ICOMOS correspondiente
a la declaración de Toledo como “Valor Universal Excepcional” en 2013, que, a
su vez, comporta el compromiso de mantener los atributos por los que el lugar,
en este caso Toledo, mereció su inclusión en la lista de Patrimonio Mundial. El
fondo de valle del Tajo desde La Peraleda hasta las murallas del Centro
Histórico forma parte de esa zona y su urbanización supondría la desaparición
de un “paisaje que ilustra una o más etapas significativas de la historia de la
humanidad” (Criterio IV).
La Peraleda también estaba dentro de las “Zonas de
Protección de Paisaje” definidas por las Instrucciones de la Dirección General
de Bellas Artes de 1965 y por el Plan Especial del Centro Histórico de 1997.
Además, su mayor parte queda incluida en Ámbitos de Protección arqueológica
recogidos por el PGMOU de 1986 y por la Carta arqueológica, que vienen a
reforzar los valores antes señalados, con lo que podríamos encontrarnos con la
misma situación que motivó la suspensión de la “Unidad Vega Baja 1” en 2006 y
su sustitución por una zona arqueológica. Numerosos estudios prueban la
abundancia de restos arqueológicos e incluso la posible ubicación del
Monasterio agaeliense de finales del siglo VI.
Pero si todos esos argumentos no fueran suficientes para
preservar La Peraleda de una injustificada marea urbanizadora, a no ser por
intereses especulativos, no deja de ser sorprendente la escasa atención
prestada a riesgos de inundación contemplados por la Confederación Hidrográfica
del Tajo, lo que podría convertirse en un grave problema, aunque las grandes
crecidas del pasado han desaparecido prácticamente tras la construcción de los
embalses reguladores de la cabecera del Tajo y de sus afluentes. Precisamente,
esos riesgos explican que las mayoría de las poblaciones de las márgenes del
Tajo se ubiquen sobre niveles elevados de terrazas fluviales, como el barrio de
Santa María de Benquerencia, o en laderas de paramo. También los sedimentos
transportados por el río y depositados en sus orillas, divagantes y móviles,
explican la fertilidad del fondo del valle y su aprovechamiento agrícola a lo
largo de la historia, aparte de los valores medioambientales y paisajísticos de
sus ecosistemas fluviales.
Tampoco se puede ignorar que la urbanización de la zona con
una edificación compacta tipo ensanche, de multifamiliares de 5 plantas, en
alineación norte sur siguiendo la carretera de la Puebla de Montalbán, crearía
una barrera que en momentos de crecida excepcional retendría las aguas del Tajo
y las extendería por toda la zona. En la mente de todos están las inundaciones
del Sena en París y de tantos otros ríos en multitud de ciudades europeas, y
eso a pesar de medidas de prevención como las que se podrían aplicar en Toledo.
Tampoco será un inconveniente menor el filtrado de las aguas a los niveles de
sótanos y garajes por la proximidad del río, el carácter superficial del manto
freático y los mantos de arroyadas provenientes de las laderas de San Bernardo,
especialmente en situaciones de lluvias torrenciales, a pesar de la
construcción de tanques de tormentas. Todo lleva, pues, a concluir que no hay
razones para la desaparición de una zona de paisaje excepcional que hasta el
POM de 2007 había sido considerada de “suelo no urbanizable” y pieza integrante
de los conos visuales de protección de paisaje del Centro Histórico, ni tampoco
para asumir riesgos inciertos pero reales de inundación. El débil crecimiento
demográfico y la escasa demanda de viviendas ya hicieron fracasar el primer
intento de urbanización de esta zona en 2012, con un Plan Parcial aprobado
entonces por el Ayuntamiento para muchas menos viviendas y una población de
5.590, casi la mitad de la prevista ahora. En este contexto, sería deseable
conseguir coherencia de los responsables públicos para hacer coincidir
declaraciones en defensa de la naturaleza y del patrimonio con proyectos que no
supongan lo contrario y que lamentablemente siguen reflejando carencia de
proyecto de ciudad coincidente con las recomendaciones internacionales, más
allá de las imprescindibles intervenciones para resolver problemas cotidianos y
que generalmente se utilizan como propaganda de gestión en lujosos folletos
buzoneados en los domicilios particulares.
Antonio Zárate Martín
Catedrático de Geografía
Antonio Zárate Martín
Catedrático de Geografía
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