Mi columna de hoy en La Tribuna de Toledo/Talavera, a
propósito de la maniobra para conceder a los regantes del trasvase las
concesiones del Tajo.
Apuntalando el Tajo-Segura
Por si no fuera poco que el gobierno de España nos
haya secado la cabecera del Tajo por llevarse hasta la última gota por el
Tajo-Segura, este verano no se ha estado quieto contemplando el secarral en que
ha convertido Entrepeñas y Buendía. Al contrario, con el máximo sigilo,
agosticidad y prepotencia, el ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y
Medio Ambiente, usando a la ínclita y obediente Dirección General del Agua, ha
vuelto a poner sobre la mesa el expediente de la concesión de derechos del agua
del trasvase a los regantes beneficiados. Es decir: convertir lo que es la
posibilidad de un uso de un teórico excedente, en un derecho de una concesión
de ley, equiparando a los regantes del Tajo-Segura con cualquier otro usuario
de la propia cuenca del Tajo.
Éste es un recurrente y viejo sueño de los
trasvasistas: tener el control concesional del agua. Ya lo tienen en
prácticamente todos los campos: normativo, político y legal. Pero necesitan ese
último peldaño que es la concesión. En los tiempos turbios de la última
legislatura de Zapatero, el Ministerio ya movilizó su maquinaria para proceder
a ello. A última hora, por la presión social y por la absoluta falta de encaje
jurídico, dio carpetazo al asunto, paralizando el expediente. Ahora lo ha
vuelto a resucitar el Ministerio de Tejerina, recuperando el expediente donde
se dejó, y sólo dando audiencia como parte interesada al Gobierno de
Castilla-La Mancha, ya que por sentencia el Tribunal Supremo así obligó.
Estamos ante el último rizo del esperpento trasvasista.
No hay agua, pero se intenta dar la concesión sobre el montante total previsto
en la ley del año 1980, es decir, sobre cerca de 500 hectómetros cúbicos
destinados a regadío (ya sumadas las pérdidas que se quedaron vía memorándum).
La media trasvasada no ha superado los 200 hm3 anuales. Ahora el Estado (que
para eso pagamos entre todos) quiere reconocer y dar derechos sobre casi 500.
Agua de papel, que presionará aún más al Tajo, y que será bien pagada al
sindicato de regantes del Tajo-Segura cuando (como ahora) no haya, pagada por
unas arcas públicas siempre engrasadas y dispuestas para todo lo que sea calmar
los gritos y presiones que llegan desde el lobby del trasvase y sus bien
pagados palmeros y aplaudidores.
Esto es lo que hay. La historia se repite y veremos si
esta vez se consigue parar de nuevo. El caso es que mientras el cieno aflora en
cabecera, en los despachos cierran el negocio de las concesiones. Este es el
nivel bajuno al que ha llegado la política de aguas en España; y define la calaña
de quienes dirigen el Ministerio como un coto privado donde hace mucho tiempo
se perdió la cordura. La hidrológica y la otra.
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