19 de junio de 2022

MEDIO AMBIENTE: "A ver si nos enteramos" por Marco Alonso en su Facebook


Antes [Foto Marco Alonso en su Facebook]

Ahora
[Foto Bomberos de Toledo]

A VER SI NOS ENTERAMOS
Lo que está aconteciendo estos días en Toledo es una catástrofe medioambiental. No ha sido "un susto", no nos hemos salvado de nada "por los pelos", ni ha intercedido por nosotros ninguna Virgen.
Hemos perdido el que era, con diferencia, el entorno mejor conservado de Toledo. Y lo hemos perdido, probablemente, para siempre. Al menos los que estamos hoy vivos no lo veremos nunca como fue: espléndido. Para quien no lo conoció enlazo una publicación, ya antigua, donde hablaba se su valor, pero basten las fotografías que adjunto.
La regeneración de este tipo de vegetación, cercana a lo que se han denominado comunidades climácicas o maduras es muy lenta, pues requiere del concurso de un proceso denominado sucesión vegetal, por el que unas comunidades, poco a poco, modifican el entorno, creando las condiciones propicias para que otras diferentes se instalen.
En muchas zonas el incendio ha acabado por completo con la vegetación existente y nos ha devuelto a la casilla de salida. La sucesión deberá actuar de cero y, siguiendo los modelos y nuestra experiencia previa, esto supone el paso por un buen número de estadios diferentes hasta que, desde un pastizal formado por pequeñas hierbas anuales, se llegue de nuevo al bosque (cantuesales, berciales/espartales, retamares, etc.).

Que nadie espere verlo este siglo... si ocurre. Porque el bosque que teníamos se engendró bajo unas condiciones climáticas que ya no existen.
Toledo se encuentra en una delicada frontera delimitada por sus temperaturas y precipitaciones, de apenas 350 mm anuales. Y esa frontera marca lo que en bioclimatología se denominan ombrotipos seco inferior y semiárido. Con unas precipitaciones menguantes y cada vez más irregulares y con el incremento de temperatura derivados del cambio climático, cada vez nos adentramos más en ese semiárido que, evidentemente, no favorece el proceso de regeneración.
A esto hay que añadir las consecuencias inmediatas del incendio: la enorme erosión que se va a producir (y que ya hemos visto en las zonas afectadas por el anterior incendio), la consecuente pérdida de suelo fértil, que favorece procesos de desertificación, la contaminación de ríos y arroyos con las cenizas y su nitrificación, lo que convertirá sus hermosas fresnedas y tamujares en herbazales nitrófilos llenos de especies exóticas invasoras y en espadañales...

La regeneración será más lenta, si cabe, debido a la enorme reducción de aquellas áreas que podían actuar como fuente de propágulos (no hay encinares similares en las inmediaciones), lo que también ralentizará la recuperación de las zonas anteriormente quemadas.
La pérdida de biodiversidad será considerable y se producirá a distintos niveles: específico y ecosistémico.
Si bien mucha de nuestra flora está adaptada al fuego y cuenta con mecanismos para regenerarse (rebrote, producción masiva de semillas resistentes al fuego, etc.), algunas de las especies más singulares que caracterizaban el encinar toledano, o aquellas que ya eran muy raras y que a penas subsistían acantonadas en zonas con un microclima propicio, se harán más raras aún o desaparecerán.
Es el caso del enebro de la miera, incapaz de rebrotar y de crecimiento muy lento. Su gran abundancia era una singularidad de estos encinares, cuya representación estaba limitada en el municipio, prácticamente, a las zonas que se han quemado en los últimos grandes incendios.
También es el caso del rusco, muy raro ya, y que aparecía solo en las zonas más húmedas y umbrías.
Son solo algunos ejemplos, pero hay muchos más.

Las consecuencias de todo esto se dejarán sentir en nuestra vida diaria y no solo para aquellos que disfrutábamos directamente de este entorno.
El empobrecimiento en especies y la simplificación de las comunidades existentes hará que estas sean menos resilientes, haciéndolas más sensibles, por ejemplo, a las plagas.
El suelo desnudo (y más el oscurecido por las cenizas) absorbe más radiación que el cubierto por vegetación, calentándose y aumentando la temperatura del aire a su alrededor. Por otra parte, retiene menos la humedad. Todo esto hará que en Toledo haga más calor.
Además, esta menor retención hídrica y la mayor evaporación harán que los arroyos lleven menos agua o se sequen, con evidentes consecuencias para la fauna.
La calidad del aire, ya de por sí pésima en la ciudad, empeorará aún más al haber perdido este pulmón verde y como consecuencia del polvo y partículas en suspensión que arrastrará el viento desde las zonas quemadas.
Lo que ha ocurrido es un desastre. Todos deberíamos estar tristes y preocupados. En una sociedad madura y concienciada estos acontecimientos deberían haber causado un convulsión; una profunda reflexión acerca de cómo gestionamos y afectamos al entorno que nos rodea y cómo esto nos afecta a nosotros.
Y sin embargo lo más destacable para la prensa local y para muchos ciudadanos es cómo un negocio privado, epítome de la gestión irracional con la que ya se venía degradando esta zona, se ha salvado.
No hemos aprendido nada del anterior incendio, o peor aún, nos da igual.
Así nos va.

Tomado del Facebook Bomberos de Toledo:

El paisaje después de la batalla:
Fotos: Al fondo el arroyo de Guajaraz, arroyo Vallejo de la Cierva, vistas del valle de Guajaraz y sus laderas, y arroyo sin nombre.
Ayer, los bomberos del Ayuntamiento de Toledo trabajamos, en los primeros momentos, en el flanco derecho del fuego, en el arroyo sin nombre y en el arroyo del Vallejo de la Cierva; luego nos trasladamos a cabeza de fuego, en el flanco izquierdo y actuamos en la Dehesa del Aceituno, conteniendo el fuego en el arroyo del Aceituno y, finalmente, intervinimos en la Finca de Palomilla.
Las dotaciones se retiraron a las 23:00 horas.
Hoy, hemos trabajado en la reactivación del fuego en la finca Hernán Páez, entre el kilómetro 6 y 7 de la CM-4000, principalmente, protegiendo la casa de la finca, pero también conteniendo el avance del fuego en el monte.

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