15 de enero de 2019

MEDIO AMBIENTE: "Imágenes mentales de Toledo para la conservación del paisaje" por Antonio Zárate Martín en el digital ABC

Antonio Zárate Martín
[Foto tomada de su Facebook]
Juan Sánchez sánchez
[Foto tomada de su Facebook]

Juan Sánchez Sánchez nos presenta el artículo de Antonio Zárate Martín:

Magnífico artículo del profesor Antonio Zárate Martín que recomiendo leer. Es una lección de la historia del arte vinculada a nuestra ciudad y al paisaje que poco a poco se quiere destruir.

Recuerdo uno de los párrafos finales del artículo: "Esas imágenes mentales, que hacen de Toledo una ciudad única y diferente, explican su atracción sobre visitantes del mundo entero, concitan emociones y sentimientos de identidad de los toledanos con su lugar, y justifican esfuerzos para conservar el paisaje, más aún cuando las imágenes son tributarias de valores paisajísticos. Por eso, no es fácil entender que el Gobierno regional y el Ayuntamiento promuevan la destrucción de los paisajes de la Vega Baja, de La Peraleda o de Safont a través de las modificaciones puntuales 28 y 29 del PGMOU de 1986, y la eliminación de un paisaje de calidad medioambiental para levantar un Parque Temático".

Algunos tendrán que responder ante la Historia de los atentados que están cometiendo o consintiendo. También los que con su silencio cómplice están participando de tantos graves atentados sobre el patrimonio de Toledo.

"Imágenes mentales de Toledo para la conservación del paisaje" por Antonio Zárate Martín en el digital ABC:

Tal como puse de relieve en mi último proyecto de investigación: «Dinámicas comparadas para una gestión sostenible de los paisajes culturales a través del turismo», el paisaje, entendido como territorio que se contempla, con elementos de la naturaleza y otros construidos por la sociedad, no sólo comporta valores patrimoniales necesitados de protección, de acuerdo con la Carta Internacional para la Conservación de las Ciudades Históricas y las Áreas Urbanas de 1987 (Carta de Toledo‑Washington), las Convenciones del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de 1972 y de 1992, y el Convenio Europeo del Paisaje de 2000, sino que es un recurso en sí capaz de generar riqueza y empleo. Esto es así especialmente en Toledo, cuyo «Valor Universal Excepcional» reconocido por la UNESCO en 2013 se apoya en sus paisajes: el peñón sobre el que se asienta el conjunto histórico, las vegas, el escarpe de falla de los Cigarrales, la Bastida y San Bernardo, y las cárcavas en los niveles de terraza fluvial hacia el norte. Esos paisajes han impulsado economías complementarias que explican su poblamiento desde el Paleolítico y su protagonismo en la historia, sobre todo desde que fue capital visigoda, de la Frontera Media durante el Emirato y el Califato Cordobés, de Reino Taifa y más tarde, de Castilla y de España, cuando la Corte itinerante se instalaba temporalmente en la ciudad.


En ese contexto, como se recoge también en mis publicaciones desde los 90, en «Los paisajes de Toledo, bajo las dinámicas urbanas y las oportunidades para el desarrollo local» de 2016 y «El paisaje y el río Tajo como proyecto global de Ciudad» de 2018, el río siempre aparece como constructor de la ciudad, como padre-río, al igual que el Tíber para Roma o el Nilo para Egipto. El Tajo hizo de Toledo plaza inexpugnable al excavar su meandro a más de 100 metro de profundidad y el río es soporte de identidades colectivas e imágenes que la literatura, la pintura y el cine difunden, y atraen a más de 3 millones de visitantes al año. La alegoría del Tajo con el agua que sale del cántaro en la «Vista de Toledo» de El Greco, nos habla de su capacidad para convertir sus orillas en los vergeles que describen Al-Idrisí en el siglo XII y Garcilaso de la Vega o Andrea Navagero en el Renacimiento, entre otros. El río explica las villas romanas y la ubicación del Monasterio Agaliense en La Peraleda (bien argumentada por el Dr. Gonzálvez), las fincas árabes como el Palacio de Galiana y el Cigarral del Ángel, en este caso, en tiempos del cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas, lo más parecido a las mansiones de campo florentinas o romanas de los siglos XVI y XVII, incluidas las tertulias de intelectuales en sus jardines. Pero además, el río, siempre con el fondo de la ciudad, se hace referencia mística del Jordán, y Toledo, de la Jerusalén Celeste en la «Vista de la Ciudad» de El Greco del Metropolitan de Nueva York, alusión al Gólgota otras veces o a Troya en el cuadro de «Laoconte y sus hijos» del mismo pintor. Las huertas, las aceñas, los molinos y los rodaderos inspiran obras de Aureliano de Beruete, Arredondo, Sorolla, Zuloaga, el mexicano Diego Rivera, Enrique Vera, etc., algunas lamentablemente ocultas tras el cierre en 2000 del Museo de Arte Contemporáneo de Toledo.
Por otro lado, la Catedral y el Alcázar, pilares de poder sobre los que se levanta la ciudad y se justifica su protagonismo histórico, construyen también imágenes de valor identitario y atracción turística. La Catedral es la expresión en piedra de su primacía metropolitana sobre la iglesia española, discutida por Tarragona y cuestionada cuando Alfonso II creó la sede episcopal de Oviedo en el 811 a raíz del descubrimiento del sepulcro de Santiago y para afirmar el papel de la corona astur como heredera de la monarquía visigoda, favorecido además por la controversia con las tesis adopcionistas de la iglesia mozárabe bajo el obispo Elipando de Toledo. Tras la conquista por Alfonso VI en 1085, la influencia de la Orden de Cluny a la que pertenecía el arzobispo Bernardo y los vínculos de la Corona de Castilla con Francia facilitaron la recuperación del protagonismo de la iglesia toledana que ya nunca perdió.
Sobre el Alcázar y su fisonomía actual, con la portada de Covarrubias y el patio de Villalpando, se construye la imagen de «Ciudad Imperial», título aplicado por Alfonso VI, confirmado por Alfonso VII y reforzado por el «emperador Carlos V», que concede su escudo de armas a la ciudad y se plasma de modo más monumental en la puerta de Bisagra. A su vez, los acontecimientos bélicos que destruyeron por tres veces el Alcázar, impulsan la imagen épica y romántica de la ciudad a la que contribuyeron viajeros ingleses y franceses del XIX, los grabados y pinturas de Swimburne, David Roberts y Genaro Pérez de Villaamil. Esa imagen se ve reforzada también por los vestigios islámicos y judíos, como la mezquita de El Cristo de la luz y las sinagogas de Santa María la Blanca y El Tránsito, que llevaron a Maurice Barrès a exclamar «En Toledo se siente Oriente», y en época reciente, a la imagen de «Ciudad de las Tres Culturas», anteponiendo periodos de convivencia de las religiones del Libro, como el de la Escuela de Traductores con Alfonso X, a otros de enfrentamiento, como el de la primera matanza de judíos en 1391. La imagen ruinosa de la ciudad, siempre desde la lejanía, es utilizada por escritores y pintores de la Generación del 98 y el Krausismo para sintetizar la visión telúrica de una España necesitada de regeneracionismo. Todas esas imágenes y el redescubrimiento de El Greco por Bartolomé Cossio hacen de Toledo punto de estancia y de representación de muchos pintores del XX, aparte de los citados, como Benjamín Palencia o Rafael Canogar, que aportan miradas y sensibilidades a la imagen culta de la ciudad.
En todos los casos, esas imágenes mentales, que hacen de Toledo una ciudad única y diferente, explican su atracción sobre visitantes del mundo entero, concitan emociones y sentimientos de identidad de los toledanos con su lugar, y justifican esfuerzos para conservar el paisaje, más aún cuando las imágenes son tributarias de valores paisajísticos. Por eso, no es fácil entender que el Gobierno regional y el Ayuntamiento promuevan la destrucción de los paisajes de la Vega Baja, de La Peraleda o de Safont a través de las modificaciones puntuales 28 y 29 del PGMOU de 1986, y la eliminación de un paisaje de calidad medioambiental para levantar un Parque Temático descontextualizado de su entorno y mimético del francés de Les Epesses y de los que la empresa proyecta en el mundo, sobre todo cuando la región posee multitud de posibles lugares como alternativas no perjudiciales. Sorprende también que esa actuación se asocie a una imagen de Toledo basada en espectáculos de masas, luz, sonido y pirotecnia con decorados de cartón piedra para representar hechos históricos banalizados, a corta distancia de donde tuvieron lugar y pueden ser contemplados en directo. La sociedad toledana dispondrá así de una imagen mental nueva de su ciudad, pero vulgar, propia de la periferia de cualquier aglomeración urbana del mundo, que no añadirá calidad a las creadas a lo largo de la historia. Y todo eso se hace a cambio de inciertas promesas de empleo, hasta la fecha materializadas mayoritariamente en becas no remuneradas de formación a través de la plataforma creada por la empresa, la Junta y el Ayuntamiento para trabajar en «Puy du Fou»
-FUENTE: Digital ABC

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