Antonio Zárate Martín [Foto de su Facebook]
«Toledo, con un escaso crecimiento poblacional por debajo de los municipios de su entorno, apenas necesita nuevo suelo residencial, y más cuando aún quedan suelos sin ocupar«
La
presentación del avance del POM de Toledo hace unos días despertó interés por
una terminología acorde con el urbanismo más reciente: mejorar el acceso a la
vivienda, un Toledo más verde y ecológico, una ciudad más compacta y
cohesionada, movilidad sostenible y no contaminante, crear entornos inclusivos,
seguros y sostenibles, etc. Sin embargo, el interés y las expectativas decaen
cuando se observa improvisación y un simple “acortamiento” del anulado POM de
2007, pero conservando la mayoría de las actuaciones allí proyectadas, como La
Peraleda, amenazada reiteradamente con la construcción de un cuartel para la
Guardia Civil, como punta de lanza de la urbanización contenida en la
Modificación 29 del vigente PMOU de 1986 y como Plan Parcial 02 del POM de 2007.
Y sin ánimo de
hacer un comentario del avance del nuevo POM, pero sí de la urbanización de La
Peraleda que se incluye en él, una zona de alto valor ecológico, se comprueba
que seguimos sin “modelo de ciudad” conforme con lo que hoy se hace en el
mundo, y sin entender la excepcionalidad de oportunidades que brinda para ello
nuestra ciudad por sus valores patrimoniales, naturales e históricos. Como
también es llamativo la ausencia de estudio demográfico que justifique
previsiones de crecimiento y diferencias entre barrios, como tampoco existe
análisis funcional para adecuar servicios e infraestructuras a las necesidades
de la población.
A modo de ejemplo de la improvisación del avance presentado, se habla en
él de suelo urbano residencial para 100.000 habitantes y de la construcción de
entre 12.000 o 18.000 viviendas para 15 o 20 años, pues bien, si el objetivo
fuera alcanzar la cifra de 100.000 habitantes, partiendo de los 85.550 de 2021,
con 4.851 viviendas ya se habrían satisfecho las necesidades de alojamiento,
con lo que no haría falta nuevo suelo residencial y más cuando la población no
crece o apenas lo hace. La cosa cambia si las estimaciones poblacionales se
ajustan a 12.000 o 18.000 viviendas, pues entonces la población alcanzaría los
121.449 habitantes en el primer caso y 139.449 en el segundo, cifras
desorbitadas para 2041, si no cambia, y no es previsible que lo haga, la
evolución de los saldos vegetativo y migratorio, con un crecimiento real
negativo ya varios años entre 1999 y 2021, y un -4% en 2021 respecto a 2020. En
cuanto a las dotaciones funcionales tampoco parece coherente seguir
profundizando en el modelo disperso de ciudad anglosajona, que concentra el
comercio en grandes superficies en la periferia, como el parque de la Abadía,
cuya ampliación se prevé, aun después de haberse comprobado su efecto
desmotivador sobre el comercio interior de la ciudad, incluso con cierre de
centros como el de la Avenida de Europa.
Dicho esto, y
sobre lo que, sin lugar a dudas, volveremos, centramos nuestro interés sobre La
Peraleda, una parte de la Vega Baja que el avance del POM recalifica como suelo
urbanizable residencial, 99,20 hectáreas para unas 8.000 personas y 3,7 ha para
el cuartel, una superficie aproximada a la del Casco Histórico. Nuestra
atención sobre La Peraleda en este artículo se justifica por las indeseables
consecuencias de su urbanización para el medioambiente de la zona, del río y
del conjunto de Toledo. Nos olvidamos, pues, de otras cuestiones, como las
dificultades legales para su aprobación por encontrarse en zona de protección
de paisaje y de valor arqueológico, e incluso, para cambiar su calificación de
“suelo no urbanizable protegido” a “suelo urbanizable residencial”, dada la
doctrina tradicional de interpretación por el Tribunal Supremo del principio
legal “de no regresión ambiental”. Dedicada, pues, la atención aquí al
medioambiente, lo primero que hay que tener en cuenta, es que el suelo es un
recurso natural no renovable, es un sistema dinámico y vulnerable, que produce
biomasa, recicla nutrientes, regula el ciclo hidrológico y soporta vegetación
natural y cultivos que actúan como sumidero de CO2, por lo tanto, se ignora el
papel activo del suelo contra la contaminación y el cambio climático. Y si todo
eso es así en cualquier ámbito territorial, más lo es en La Peraleda, sobre un
meandro del río, en un entorno de especial sensibilidad ecológica y valor
ambiental, parte del mismo zona hidrológica e inundable según la Confederación
Hidrográfica del Tajo. Sus suelos son depósitos fluviales muy potentes, de gran
calidad y enorme fertilidad, que resultan de los aportes de limos y materiales
de distinto grosor arrastrados por el río a lo largo del Cuaternario, por lo
que han sido aprovechados por la agricultura durante siglos.
La construcción en La Peraleda de un nuevo cuartel para la Guardia Civil
sobre 37.000 m2, desatendiendo otras ubicaciones en lugares más apropiados, y
de un barrio de 2.350 viviendas, con predomino de plurifamiliares, según la
Empresa Municipal de la Vivienda y el Consorcio, supone el sellado de parte del
suelo de este espacio natural. Gran parte de su superficie quedará
impermeabilizada por el asfalto, el cemento y el ladrillo, y así se limitará la
infiltración del agua de lluvias y la recarga de acuíferos, lo que, evidentemente,
supondrá perjuicio para el Tajo, en progresiva disminución de caudal (de.106,83
m3/segundo de media anual en Toledo en 1972-73 a menos de 30 m3/segundo en la
actualidad), fundamentalmente por descenso de las precipitaciones, expansión
del regadío en tierras de secano y los trasvases hacia las cuencas del Segura y
el Guadiana. Y a eso se añade la creciente contaminación de sus aguas por
causas complejas e insuficiencias en las redes de saneamiento y depuración en
su cuenca. Simultáneamente, el sellado del suelo alterará la escorrentía
natural, acelerando el curso de las aguas en superficie bajo precipitaciones
torrenciales hasta provocar inundaciones, como vemos que ocurre con frecuencia
con las tormentas de agosto y septiembre en municipios de la provincia y
lugares de nuestra misma ciudad, sobre todo a la salida de arroyos descendentes
del macizo cristalino de Toledo. En La Peraleda, esos riesgos se verán
incrementados con la construcción en una zona completamente llana y
parcialmente definida como de inundación por la Confederación Hidrográfica del
Tajo. En cualquier caso, 2.325 viviendas, más de 8.000 personas y las
instalaciones del cuartel en un espacio de valor ecológico y ambiental suponen
una actuación urbanística exactamente inversa a las que se acometen en el resto
de las ciudades. Hoy, en todas ellas, se busca la recuperación y restauración
de medios naturales, como en Vitoria-Gasteiz, a modo de ejemplo, con el parque
de Salburua, de 160 hectáreas, sobre un espacio recuperado para uso de la
ciudadanía y mejora de las condiciones medioambientales de la ciudad a partir
de lo que en tiempos fuera un humedal desecado y convertido durante décadas en
un erial y campo de aviación.
A la absoluta incompatibilidad de la urbanización de La Peraleda con sus
valores medioambientales, incluso con inconvenientes para la propia
construcción por filtraciones del manto freático, como se comprueba en algunas
viviendas de la actual urbanización del Ángel, se suman los impactos climáticos
de la edificación y la artificialización del suelo, que repercuten sobre la
calidad de vida de las personas y perjudica la lucha contra el cambio
climático, como se recomienda desde la Conferencia de Río de 1992 y con más
intensidad desde la Conferencia del Clima de París de 2015. De todos es
conocido el efecto de isla de color que generan las superficies asfaltadas y
edificadas respecto a las de su alrededor, hasta 4 grados más, lo que se
traduce en un 3,8% de demanda de aire acondicionado, sin olvidar que un simple
grado más de temperatura en verano representa una disminución de la calidad del
aire por aumento de las partículas en suspensión, por lo tanto, otro problema
para la salud de las personas. Tampoco hay que ignorar que el suelo urbano
residencial previsto se ubica casi a nivel del río, rodeado por alturas de casi
100 metros, tanto hacia el norte como hacia el sur, lo que propicia situaciones
extremas de calor en verano por falta de movilidad de circulación del aire, que
se acumula en zonas bajas, y de frío y humedad en invierno, por inversiones
térmicas bajo situaciones atmosféricas de anticiclón. Esas circunstancias se
traducirán de nuevo en más consumo de energía para calefacciones y
refrigeración, y aumento de emisiones de CO2.
Por lo tanto, difícilmente puede armonizarse la urbanización del meandro
de La Peraleda y de sus márgenes de la orilla derecha del río, también
convertidas en suelo urbano residencial por el POM, con las directrices
medioambientales y de urbanismo de la UE. Cómo se puede hacer compatible un
nuevo barrio para más de 8.000 personas sobre suelos rústicos, no urbanizable
protegido, en buena parte aun cultivados, de alta permeabilidad y elevada
fertilidad, con las declaraciones el 28 de abril de 2022 en la “Comisión de
Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento de Europa”
de Frans Timmermans, Vicepresidente ejecutivo responsable del Pacto Verde
Europeo: “Las ciudades están a la vanguardia de la lucha contra la crisis
climática. Ya se trate de la ecologización de los espacios urbanos, la lucha
contra la contaminación atmosférica, la reducción del consumo de energía en los
edificios o la promoción de soluciones de movilidad limpia”, o con las
manifestaciones de Margrethe Vestager, Vicepresidenta ejecutiva para una Europa
Adaptada a la Era Digital: “Tenemos que acelerar la transición de Europa hacia
la neutralidad climática, poner fin a nuestra dependencia de los combustibles
fósiles y ofrecer beneficios a nuestra ciudadanía, como un aire más limpio y
unas facturas energéticas más bajas”.
Desde luego, es evidente que la urbanización de La Peraleda, como otras
del nuevo POM, no garantiza la sostenibilidad de Toledo como modelo urbano y lo
alejan de la pretendida resiliencia y de los compromisos exigidos por la Unión
Europa para avanzar hacia la neutralidad climática en 2050. Y por si todavía
fuera poco lo dicho, habría que señalar que la impermeabilización de más de 100
hectáreas y las construcciones previstas interrumpen el funcionamiento del
meandro como corredor biológico y natural del río, como zona de paso para la
fauna que lo habita y vive en sus orillas y las formaciones vegetales que allí
crecen. Ahora, ese corredor biológico se verá interrumpido por una barrera
arquitectónico de edificios multifamiliares o/y unifamiliares, en dirección
NE-SW, lo que corta a su vez el flujo de vientos predominantes en la ciudad a
lo largo del año, de componente SW-NE. Se limita la dispersión de partículas de
contaminación y se favorece el aumento de la temperatura en verano en el casco
histórico, otra vez, más consumo de energía por el aire acondicionado y más
huella urbana sobre el clima, más CO2 y partículas en suspensión.
En resumen, la urbanización de La Peraleda, con la construcción de un
nuevo barrio y del cuartel de la Guardia Civil, resulta incompatible con el
principio de sostenibilidad, con las recomendaciones de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS), la Agenda Urbana y la Europa Verde. Y todo eso, de
forma innecesaria y tirando por la borda oportunidades de Toledo para
beneficiarse de parte de los 360 millones de euros que la Comisión anunció el
28 de abril de 2022 para las ciudades europeas que participaran en la misión
Horizonte Europa para el período 2022-2023, con el fin de impulsar procesos de
innovación hacia la neutralidad climática de aquí a 2030. De ese modo, la
urbanización de La Peraleda, en plena Zona de amortiguamiento de la UNESCO, en
Zona de protección de Paisaje del Ministerio de Cultura y dentro de uno de los
conos visuales de protección del Plan Especial de Toledo de 1997, sólo puede
entenderse como operación urbanística especulativa que acabará con una de las
vistas desde la distancia de la ciudad histórica de más y mayor protección
legal, además de los daños medioambientales comentados.
Por otra parte, la urbanización de La Peraleda daría origen
estructuralmente a un nuevo barrio que añadirá dispersión y complejidad a una
ciudad que seguirá siendo un archipiélago urbano, mientras no se entienda que
muchos de los espacios vacíos, especialmente, las vegas, son áreas de
oportunidad para la renaturalización recomendada por la “Europa Verde”. Es
preciso comprender que las tramas verdes compactan y no dispersan: el Retiro,
la Casa de Campo de Madrid, el Parque de Roma, etc. unen barrios, no los
separan, de la misma manera que los ríos, siempre que se actúe con criterios de
racionalidad y sostenibilidad, como se ha hecho con el Manzanares en Madrid, el
Turia en Valencia o el Nervión en Bilbao. Toledo, con un escaso crecimiento
poblacional, por debajo de los municipios de su entorno, apenas necesita nuevo
suelo residencial, y más cuando aún quedan suelos sin ocupar: en San Bernardo,
Montesión, La Legua, el Polígono Industrial, entre otros, con el desaparecido
“Barrio Avanzado”, y cuando aumentan las viviendas vacías por envejecimiento y
falta de relevo generacional.
Sólo entendiendo los procesos demográficos, las dinámicas funcionales de
la ciudad y de sus barrios, las ventajas de aumentar tramas verdes y azules, y
las capacidades de Toledo para aspirar a un protagonismo cultural en Europa a
partir de las herencias recibidas, de las que el paisaje es parte, se podría
desarrollar un modelo urbano resiliente, sostenible, comprometido con la
transición ecológica y el patrimonio. Y siempre con el ciudadano como foco de
atención para mejorar su calidad de vida y como partícipe en consultas previas
de las decisiones que le afecten, pero partiendo del conocimiento y el análisis
científico previo, no “a posteriori”, después de decisiones ya tomadas y
cerradas, simplemente para cubrir apariencias de participación obligadas y lo
que es peor, para justificar operaciones especulativas suspendidas desde el
anulado POM de 2007. Eso no es el “urbanismo de la concertación” que impera en
el mundo y al que el avance actual del POM, hoy por hoy, no responde, ni en el
fondo ni en la forma.
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