El origen de los egos trasvasistas
El trasvase Tajo-Segura, único de cierta importancia en
España, no ha tenido una historia de éxito. Al contrario. Lejos de cumplir los
objetivos para los que había sido diseñado y construido, ha constituido un
problema creciente en el aprovechamiento y la gestión del agua de nuestro país.
Ha creado muchos más problemas que los que pretendía resolver. En la actualidad
se podría decir que el Trasvase constituye «el gran problema del agua en
España» desde los puntos de vista técnico, económico, social, ambiental y
ético. Y un problema que sigue creciendo.
En la presente entrada nos centraremos en las cuestiones del
tipo: ¿cómo es posible que se haya podido crear esta gran hidro-burbuja? ¿Cómo
es posible que los artífices que proyectaron el Trasvase se equivocasen tanto?
¿Cómo es posible que, posteriormente y hasta la actualidad, responsables
técnicos, jurídicos, económicos, administrativos y políticos sigan tan ciegos?
Pues no reconocen el gran fiasco, los problemas que se han creado y la difícil
─cuando no imposible─ salida del laberinto en que se han metido y han metido a
los ciudadanos de la región supuestamente beneficiada, así como a la región que
despojan inmisericordemente de sus recursos naturales.
Venía a decir un estadista que la primera obligación de todo
político es conocer la realidad. Podríamos añadir que es la obligación de todo
profesional. Por lo tanto vayamos a explorar las ideas y convicciones que
anidan en la mente de «los trasvasistas». Denominamos como tales a los
profesionales que ponen sus ideas y saberes a favor del Trasvase, sean
ingenieros, letrados, administrativistas, dirigente de organizaciones o
políticos. Dejamos fuera a los beneficiados directamente por el Trasvase, pues
éstos tienen justificación bastante por sus beneficios crematísticos. También a
los periodistas de cabecera, pertrechados en sus soberbias torres de papel.
En la ceremonia de entrega de los premios Nobel de 2016. uno
de los galardonados en Economía, el profesor y economista estadounidense Oliver
Hart dijo: «para entender muchas cuestiones otras cosas también importan:
psicología, historia, sociología, política». La primera consideración que se
podría hacer respecto a los autores del «Aprovechamiento conjunto de losrecursos hidráulicos del centro y sureste de España. Complejo Tajo-Segura», de
1967, nombre eufemístico del Trasvase, es la «unidimensionalidad de su visión».
No cabe duda de que José María Martín Mendiluce y José María Pliego eran dos
ingenieros prestigiosos y con experiencia en el campo de los proyectos hidráulicos.
Pero no dispusieron de una visión del agua «multidimensional»; se redujeron,
por el contrario, a afrontar un problema de H2O sin más consideraciones que las
que llevar el agua desde donde les parecía que había mucha y sin utilizar de
inmediato (cuenca alta del Tajo) a otra región donde escaseaba y tendría un
buen rendimiento económico por medio de riegos (Murcia, algo de Alicante y
testimonialmente de Almería). Esta idea la «vendieron» bien a los responsables
políticos de su tiempo, enfrascados en la elaboración del II Plan de Desarrollo
Económico y Social, copia de los planes indicativos franceses, y con el cual
los «tecnócratas» del Opus Dei intentaban legitimar la Dictadura mediante un
desarrollismo económico intervencionista. Las demás cuestiones que iban
saliendo al paso las intentaron soslayar o dar respuesta a favor de su idea
dominante. Así, el área de Madrid (segunda área industrial del país y la
primera en economía y servicios) la consideraron a efectos de su abastecimiento
de «menor importancia» que los riegos del Sureste, y mal-resolvieron el
problema con la elevación de las aguas del Alberche (300 m) en una primera
etapa y la captación, elevación y trasvase más adelante de las aguas del Tiétar
y hasta del Tormes (ya en la cuenca del Duero). La objeción económica de que
trasvasar agua al Sureste dejaría de producir energía en los saltos
hidroeléctricos del curso del Tajo, se resolvió entregando a las compañías
privadas la energía reservada al Estado y concediéndoles otros saltos de agua,
todo ello generosamente. A la objeción de que se coartaría el desarrollo
económico de la cuenca del Tajo, se ofrecieron numerosos proyectos de nuevos
regadíos, que no se cumplieron posteriormente. A las objeciones de posible
empeoramiento de la calidad del agua en la cuenca del Tajo, se respondió
prometiendo (y cumpliendo poco y morosamente) numerosas depuradoras. A la
objeción de que podía haber menos recursos de los considerados en la cuenca
alta del Tajo, se respondió con muchos folios de cuentas inextricables que
escondían una inflación de los datos de aportaciones de agua-papel. También
realizaron un estudio económico del rendimiento del Trasvase «ex ante» que
resultó ─naturalmente─ favorable a sus tesis, sin que se tomasen la molestia de
revisar los estudios tras los primeros años de su funcionamiento decepcionante.
Lo que no hicieron Martín Mendiluce y Pliego es seguir el
consejo de Keynes de los años 30 del siglo pasado cuando afirmaba que la
humildad resultaba necesaria ante la evidencia de que «el mundo cambia más
rápidamente que la capacidad humana para ir comprendiéndolo». Por el contrario,
la arrogancia suele conducir al dogmatismo, fuente de las mayores cegueras,
errores e injusticias posibles, cuando no al descrédito y al ridículo. El fallo
de los artífices y fautores del Trasvase consistió, en definitiva, en partir de
una visión económico-social estática, sin tener en cuenta los posibles
escenarios de evolución de las principales variables socio-económicas del
proyecto. Así, Alicante, que en el proyecto de trasvase de Prieto-Lorenzo Pardo
era una de las dos provincias más pobres de España, ahora es una de las más
ricas por el turismo y el urbanismo residencial, no por el trasvase. Almería,
que entonces era la más pobre, ocupa ahora una digna posición resolviendo sus
problemas del agua por medio de la extracción de aguas subterráneas y la
desalación.
Mendiluce y Pliego dejaron escuela trasvasista en el Centro
de Estudios Hidrográficos y en las enseñanzas de las escuelas de ingenieros de
caminos, discípulos que también cayeron en la arrogancia de los «artífices».
Todos ellos cedieron a la tentación y comenzaron a pontificar, considerando los
trasvases como «la culminación del siglo de oro de la hidráulica española», a
pesar de los magros resultados que comenzaron a manifestarse desde los años 80.
La humildad no es fácil de preservar cuando se reciben honores y atención
mediática y política en la zona supuestamente beneficiada. Junto a ellos se
desarrolló una cohorte de juristas y periodistas (estómagos agradecidos) con
planteamientos de creciente maniqueísmo.
Intermedio: los zorros y los erizos
La distinción ha sido atribuida al poeta griego Arquíloco y
fue recuperada por el pensador británico Isaiah Berlín (1909-1997) sobre dos
tipos de personalidad, la del zorro y la del erizo. Los zorros son los que
tienen una aproximación amplia y transversal, mientras que los erizos se
concentran y profundizan mucho en una única dimensión. La formulación inicial
es que «mientras el zorro sabe de muchas cosas, el erizo sabe mucho de una sola
cosa». Los avances necesitan a los zorros y a los erizos de forma
complementaria, para profundizar en aspectos concretos, mantener a la vez la
visión de conjunto y así encajar con las cambiantes realidades sociopolíticas. Pero
algunas voces críticas sostienen que las aportaciones modernas especializadas
son como un erizo que se cierra sobre sí mismo.
Los nuevos erizos arrogantes de los trasvases
Los nuevos ingenieros hidráulicos finiseculares no mejoraron
a los de la generación anterior: heredaron sus ideas acríticamente, las
potenciaron, las pusieron en modelos informáticos y se cerraron sobre sí
mismos. El optimismo sobre los supuestos logros ─incluso fundados
sorprendentemente sobre «la magnitud de las obras» y no sobre su función real─
dejó paso a la euforia, la complacencia y la arrogancia.
Cuando, tras veinte años de funcionamiento del Trasvase, en
los que solamente se alcanzó una tercera parte (350 hm³/año de los 1000 hm³/año
proyectados), y las críticas comenzaron a manifestarse, apareció Francisco Cabezas
(*) como profeta y el Centro de Estudios Hidrográficos como su iglesia. Se
dedicaron a hacer «magia profesional», corrigiendo con sus modelos a la
naturaleza. Cuando se pusieron «pegas» a sus modelos, consideraron descortés, e
incluso una violación de la ética, revelar cómo funcionaba el truco. La aureola
de cientificidad obedeció, en cierta medida, a un aforismo que parece bastante
revelador. «Si no podemos ser profundos, al menos seamos oscuros». Con ello
aumentaron las actitudes de los responsables administrativos y políticos en la
misma línea, con comportamientos «tribales».
Cuando algunas de las propuestas aparentemente sofisticadas
(léase memorándum) presentadas por los dogmáticos trasvasistas no encajaban con
los hechos, cualquier alternativa se desdeñaba de inmediato y se calificaba de
indocumentada, populista o acientífica. El problema no era tanto que algunos
trasvasistas dijeran cosas que eran inconsistentes con los hechos. El problema
era que otros técnicos no se preocuparon de que los trasvasistas no se
preocuparan por los hechos. Una indiferente tolerancia del error resulta
corrosiva para la solución de los problemas de la gestión del agua. Pero muchos
de los ingenieros hidráulicos (consultores y constructores) constituyen una
élite poderosa e irresponsable que antepone sus intereses a corto plazo sobre
los del conjunto de la sociedad. Se trata de mantener la hegemonía mediante un
sistema de creencias (modelo presas más trasvases) identificando el interés
colectivo o «nacional» con el de determinados colectivos: «lo que es bueno para
General Motors es bueno para los Estados Unidos; lo que es bueno para el
SCRATS, es bueno para España». El Centro de Estudios Hidrográficos es
paradigmático en este sentido: con un aura intimidatoria de rigor intelectual
actúan como meros «sirvientes cualificados del poder», con su visión teocrática
del derecho divino del Trasvase.
Antídoto contra la arrogancia
Se propone recuperar la amplitud de miras (la visión de los
zorros), la pluralidad de enfoques y las explícitas conexiones con el resto de
las cuestiones humanas, sociales y de la naturaleza (economía, sociología,
ecología, ética) que entran en todo gran proyecto o actuación de «obras
públicas». Combinar los análisis y la práctica, evitando creer más en los
modelos apriorísticos y abstractos que en la realidad de los datos que se van
presentando (proceso de seguimiento y control).
El papel de la ingeniería para cambiar las realidades
socio-económicas de determinadas regiones por medio de trasvases, pertenece al
campo de la «ingeniería social», tan denostada por Popper como ejemplo
estalinista de los países con economía centralizada. Basten los ejemplos del lejano
Mar de Aral o del murciano Mar Menor.
La larga lista de exigencias de los profesionales que
intervengan en la gestión del agua sería como las que Keynes pretendía para ser
un buen economista, entre ellas, conocer el pasado y sus lecciones, la capacidad
para analizar el presente y efectuar proyecciones de las tendencias de un
futuro que puede, en alguna medida, ser moldeado o modulado por las políticas;
argumentar, construir relatos, practicar las conversaciones constructivas e
ilustradas; y, finalmente, trabajar con datos y elaborar estadísticas que
ofrezcan puntos de partida relevantes, para que de esta manera se puedan
manejar con fundamento las propuestas para atacar los multidimensionales y polifacéticos
problemas reales del agua.
Nota:
(*) Francisco Cabezas Calvo-Rubio es un gran ingeniero
hidráulico y profesional ligado a la región de Murcia. Es director del
Instituto Euromediterráneo del Agua, desde donde interviene con en las
cuestiones del trasvase Tajo-Segura, como en el famoso Memorándum. Ha
conseguido ser profeta del agua en su tierra y «guía espiritual» del Centro de
Estudios Hidrográficos, también al servicio del Trasvase.
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